CELA, CAMILO JOSÉ
Una curiosa novela picaresca contemporánea, basada en Lazarillo de Tormes. Publicada en 1944, la tercera novela de Camilo José Cela se sirve del molde del Lazarillo de Tormes para postular, en el desolado panorama de la literatura española de la inmediata posguerra, la imperturbable continuidad de sus cauces más genuinos, más propios y representativos. El mismo Cela decía que Nuevas andanzas y desventuras de Lazarillo de Tormes es un libro que señala una época de crisis, en la que se sintió impelido a probar sus artes en «el bosquecillo umbrío de los clásicos» y ensayar, sirviéndose de su «viejo y buen amigo» Lázaro, «un castellano de raíz popular». Críticas:
«Cela ha vuelto a poner en marcha sobre los caminos de la Península al viejo héroe literario, con espíritu muy logrado e indudables aciertos en su reactualización.»
Alonso Zamora Vicente «Cela es [...] un heredero de la tragedia clásica, capaz de sumergirnos en las simas de la angustia y del dolor; y también un heredero de la picaresca española.»
Juan Manuel de Prada «Uno de los escritores más radicales de todo el siglo XX. [...] Los relojes corren a favor de Camilo José Cela, segundo a segundo, minuto a minuto, hasta marcar la hora exacta de su eterna maestría.»
Alberto Olmos «El último gran escritor español, creador de fábulas, de lenguaje, de palabras, con una capacidad prodigiosa para expresarse.»
Francisco Umbral «Su obra trascenderá las anécdotas y hará que se escuche su voz imprescindible.»
Víctor García de la Concha «Su escritura es un deslumbrante artificio multiplicado en páginas, para decirlo con un verso suyo, que alumbraron tan fuerte como si ardieran versos.»
El País «Cela buscó la notoriedad, pero también se exigió a sí mismo una prosa con la sencillez de Baroja y el fulgor de Valle-Inclán.»
El País «Su escritura es fruto de una personalidad arrolladora forjada en una España dividida, asustada y rota por una guerra civil y un porvenir en el que la pobreza y la picaresca también eran la sustancia de un ingenio que pasó a sus libros, en los que la capacidad de observación y un lenguaje implacable le dieron la vuelta a la narrativa española.»
El País